Te echaré de menos
Recuerdo aquella pequeña escuela escondida en la
calle.
Recuerdo los nervios de las primeras clases, la frustración
cuando no sabía tocar una canción, la sensación de victoria al
conseguirlo.
Recuerdo las clases de solfeo.
También la pared de dibujos, aquella en la que descubrí que
no sabía dibujar, pero que tenía sensibilidad para intentar definir
lo que sentía con palabras.
Recuerdo que mi alma se hacía libre, que comenzaba a
ser otra cuando rozaba las cuerdas, que me sentía feliz tan sólo en esos
momentos.
Recuerdo cada gota de nervios antes del concierto y dejarme
la voz cantando.
Recuerdo la Senda del Tiempo de Los celtas
cortos, aquella en la que me confundí al cantar las últimas dos
estrofas, pero con la que me sentí identificada durante tantos años, con
la que descubrí que era mi canción favorita.
Y recuerdo el fin de aquella etapa, con mi primera
canción y con las puertas abiertas a otro lugar. Tuve que huir y
dejar aquella escuela que tanta felicidad me dio, en la que tanta gente conocí
y tantas veces me apoyaron para que siguiera.
Ahora paso por delante, observo aquel lugar y veo ese
gran cartel en el que pone “Se alquila” y me entra una gran melancolía. Quizás
porque allí crecí durante una larga etapa, porque descubrí que la música era mi
mundo, porque me encontré llena de sentimientos que a día de hoy no podría
explicar.
Pero sobretodo porque allí comenzó aquella amistad que sólo
un músico podría entender, esa que te da fuerzas cuando nada más te lo da.
Aquella que te acompaña junto a su amor la escritura y la
lectura.
Esa que te hace más libre y te llena las entrañas hasta
curarlas.
Comentarios
Publicar un comentario