Ya no más

En Tik tok he visto un post sobre lo que hubiese pasado en otra vida si pudieses elegir. La realidad es que no hay otra vida, pero sí que me gustaría abrazar a mi niña interior que estuvo callada durante mucho tiempo y que todavía se siente mal cuando dice en voz alta lo que le hicieron con tan solo catorce años. 

No es solo mi historia, es la de miles de mujeres, por no decir una gran mayoría. 

Cuando quince años escribí sobre ti, y en el escrito que está subido en este blog parecía que era un texto de desamor a un chico que me había roto el corazón (ojalá hubiese sido así). Lamentablemente, era un caso más como los que se han ido dando a lo largo de la historia de muchas mujeres: acoso y abuso sexual, que lamentablemente y por miedo y falta de pruebas quedó en impunidad. 

Algo que sinceramente no me tocaba vivir con esa edad, pero que no le toca vivir a ninguna mujer con ninguna.

A día de hoy sigue recorriendo en mí un escalofrío cuando hablamos como si nada, como si tú no hubieses intentado atentar contra la libertad de una menor que solo buscaba crecer como una adolescente más.

Y la mochila pesa y arrastro miedos, dolor y condena. 

No fue una agresión física directa, pero el shock, el miedo, la confusión, el haberte dado un "sí" coaccionado por el miedo y por el aborigen de las circunstancias que estaban sucediendo, dio resultado a estar huyendo y culpándome "quizás le provocaste tú al hablar de esa forma o vestir con tanto escote siendo tan pequeña, o buscando que te digan que has crecido y ya no eres una niña" , y a que después de mucho tiempo haya odiado que cualquier hombre (y mujer) me haya mirado con algún tipo de deseo sexual (a pesar de que realmente estaba surgiendo algo mutuo). 

Y es que la sociedad piensa que los traumas solo pueden surgir bajo una violación o una agresión sexual, pero un acoso o un abuso sexual por fuera de la ropa (tocamientos indebidos) por parte de un hombre en cualquier ambiente puede provocar un gran daño psicológico. 

Sin embargo, esta sociedad vive aún condenada pensando que la violencia machista y patriarcal no es tan grave si no se ha llegado a la escala más alta: en las agresiones sexuales las violaciones y en el caso del maltrato solo el físico. Aun así, existen grandes escalas en este tipo de violencia, todas generando grandes repercusiones en las víctimas que lo viven/vivimos. 

Pero, aun es más preocupante, como no nos damos cuenta de que tanto víctimas como victimarios están cerca de nosotros, y que, sobre todo, cuando estos últimos están en nuestros círculos cercanos los acabamos justificando y no responsabilizando de sus actos violentos y misóginos contra las mujeres. Porque sí, el agresor está entre tus amigos, tu familia, a veces puede ser tu hermano, tu padre, tu vecino, podrá ser tu hijo…

Se sigue construyendo todavía un relato patriarcal y masculino en las esferas del mundo, más aún si cabe en las relaciones íntimas, donde adolescentes aprenden de un cine pornográfico donde se devalúa constantemente a la mujer y no se enseña la importancia del placer mutuo, consentimiento, etc. Añadiendo que éste último no siempre tiene que ser verbal, a veces debemos fijarnos en las caras de nuestros compañeros sexuales para darnos cuenta de si está disfrutando o no, y a veces (siempre) no está de más preguntar cuando no estás seguro.

La noticia de Errejón me dolió en el alma, porque somos todas las mujeres las que nos exponemos a esta violencia de manera reiterada y continuada. Pero aun más, me dolió reconocerme en aquellas figuras que habían callado esta violencia sistemática y continuada que se había dado, pues yo también justifiqué y callé la violencia de personas que hicieron daño a mujeres (aun sigo intentando aprender de ese golpe bajo a mis valores).

Como dice la canción de Mafalda “digan lo que digan, las mujeres estamos en guerra”, no contra nuestros pares, sino contra aquellos que niegan nuestros derechos básicos, privilegios y libertad. Aquellos que no reconocen la necesidad de una Ley de género, que violentan de cualquier forma a cualquier mujer.

Y, por supuesto, si algo nos ha enseñado este caso (y no precisamente por el discurso de Errejón) es que todos debemos deconstruirnos constantemente, pues sostenemos el castillo de naipes de esta violencia sistémica.

El tema es mucho más complejo de lo que puedo tratarlo aquí, pero no podemos mantenernos calladas, ya no más. Por mí y por todas mis compañeras, a pesar de que no siempre lo he hecho. 



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