Extraño anciano...

Llegó a aquel lugar y se sentó al lado de aquel señor mayor, llevaba mucho tiempo  andando, sufriendo, sin nada, pero había decidido descansar... Dejó la mochila y se sentó en aquel lugar, miró al señor, era una persona muy peculiar tenía una gran barba larga y blanca un sombrero de copa y un bastón de madera sostenido por unos largos dedos arrugados y esbeltos y en el que en uno de los dedos destacaba un anillo. Era un hombre delgado, alto y  miraba al horizonte sin parpadear. Entonces decidió recuperar algo que hacía años había abandonado, por rutina y por necesitar huir de todo, huir de sí misma... Sacó un cuaderno y comenzó a dibujarle. Llevaba horas clavada a él, pero seguía mirando al horizonte y no había despegado la mirada en ningún segundo, era como sí no existiera. Acabó de dar las sombras de sus rasgos y del paisaje y guardó el cuaderno. Estuvo apunto de seguir su camino cuando le habló y se quedó sorprendida.


-¿Cuánto tiempo llevas viajando?- Preguntó el señor mayor
- seis meses - respondió ella
-¿Y cómo es que has huido de tu casa y estás haciendo tu camino a pie?- volvió a preguntar
-Necesitaba hacer algo diferente- dijo ella
- Nunca vas a poder huir de ti misma y es lo que estás buscando. Hace años hice lo mismo, sólo que mi camino duró diez años, diez años sin casa y sin destino, sin rumbo y perdido. Las noches en mi tienda de acampada eran duras, lloraba mucho y seguía sintiendo ese asco interno que viví en mi rutina en la ciudad. Una noche, cuando llegué a este lugar miré al cielo, ya había visto cielos estrellados, cielos impresionantes, pero nunca como aquel, pero más tarde miré al horizonte, al mismo que miro ahora cada tarde y ¿sabes que comprendí?


-¿el qué?- dijo ella interesada


- Llevaba tiempo creyendo que huía de la rutina, el problema es que sin quererlo estaba huyendo de mí mismo y nunca podrás huir de ti mismo, porque al fin y al cabo el único que ha conversado conmigo durante 10 años he sido yo. ¿Y por qué huía de mí mismo? Sencillo, me sentía agobiado con todo, sentía muy constante el día a día, echaba de menos el amor, pero no me daba cuenta de que tenía ahí a mi familia, amigos y gente cercana. No disfrutaba de la luz del sol proyectada en un edificio, demostrando su color rojizo de ladrillos, no apreciaba los ojos de aquella persona que me miraba, sólo estaba sumido en responsabilidades, que me hacían un completo irresponsable, porque perdía el tiempo. Cada día hacía mucho menos. Andar durante diez años me ha hecho observar cada rincón y saber que echaba de menos escribir. Irme de mi vida para cambiarla y sentirme libre me ha hecho comprender que no lo era porque no sabía observar el planeta con otros ojos. Fui tan consciente de que echaba de menos una rutina que cuando llegué aquí y miré aquel cielo supe que había sido hora de madurar y tomar decisiones más acertadas. Las rutinas impuestas por la sociedad no son las correctas, no necesariamente, pero tampoco son malas si realmente te hacen felices. El problema es que cuando decides hacer algo todos los días se convierte en rutina y el problema es no disfrutar cada día como si fuese nuevo y último. ¿Por qué no disfrutamos de ir al instituto o al trabajo? Está claro que no somos conscientes del lujo que supone aprender, de lo bueno que te hace sentir cuando sabes hablar de ciertas cosas y de lo que aprendes, realmente la mejor forma de aprender de la vida es cumplir con obligaciones y con placeres, porque realmente es la forma de disfrutar y de que no se convierta en una rutina pesada. El problema es que el ser humano se da cuenta de que se ha pasado la vida perdiendo el tiempo siendo infeliz, cuando va a morir y entonces es cuando aprenden que con nada puedes ser feliz y yo me pregunté en ese instante ¿por qué? Por qué no apreciamos lo que tenemos, somos y pensamos, eso es lo bonito del mundo que cada vida y persona es una historia diferente que ha formado en conjunto con otras historias, una historia más grande. Y esas historias han tenido placeres, obligaciones, buenas experiencias y malas, pero se pueden contar y aprender, disfrutar y vivir de ellas. En general el ser humano se preocupa del dinero, tan sólo ve todo en este y busca lo que nunca ha tenido, cuando uno puede llegar a ser feliz si valora lo que tiene por muy pequeño que sea. Por eso vengo aquí cada tarde a mirar al mismo horizonte, porque aunque sea la misma ciudad, con los mismos edificios y las mismas luces, esa ciudad se construye de historias y hay luces que se encienden a distintos tiempos que otras y que no completan una rutina, pero que realmente esas luces son encendidas o apagadas por simple aprendizaje que se enseña desde pequeño. Y tú has roto tu rutina y has decidido descansar en este banco, junto a un extraño anciano y después me has decidido dibujar, algo que en tu pasado era una rutina y que ahora ya no. Quizás es hora de que encuentres la verdadera respuesta en tí, el andar de un lugar a otro ¿no se está convirtiendo en rutina? y sí es así ¿disfrutas con todo esto?

Esa noche ella estuvo pensando sobre esta idea, entonces decidió que era hora de volver y de cumplir con sus obligaciones y placeres, vivir como si fuese el último día y disfrutar de las rutinas que en ocasiones se rompían y daban a conocer nuevas experiencias, pero que sin esa rutina no disfrutaría. A la mañana siguiente cogió su mochila dispuesta a ir a un pueblo y coger un bus que le llevará a su casa, pero antes de partir el extraño anciano le dió su anillo y le dijo que siempre la recordaría porque ella le recordaba a aquel chico joven que se perdió y tuvo que encontrarse. Desde entonces cada vez que ella tiene un problema mira aquel anillo y recuerda que a veces toca vivir cosas malas, pero otras veces cosas buenas y que sin ninguna de las dos cosas podría disfrutar de lo que el mundo llamaba vida.

Comentarios

Entradas populares