Cerrados para siempre...

Cogió el coche necesitaba escapar durante un largo tiempo. Cuando llevaba un buen recorrido paró en aquel mirador. Se sentó, era el sitio más silencioso y vacío que había conocido, a lo lejos se veía una laguna rodeada por montañas y una casa en medio de la nada. De pequeña siempre había soñado con vivir sola, sin saber que era el dolor que te provocaba una persona al dejarte sola ante los problemas, había soñado con huir de todo y disfrutar de su soledad, que aunque le mataba poco a poco, prefería que lo hiciera. En cuanto pasaron diez minutos más o menos, comenzó a llorar a recordar cuantas personas habían pasado por su vida y se habían ido, cuánto daño había hecho y le habían hecho y su melancolía iba en aumento con los años. Empezó a recordar todo lo fuerte que había sido, pero fue durante un corto tiempo, luego las nubes volvieron a venir y su paraguas no servía de mucho. La mala suerte le ahogaba, pero nunca le asfixiaba, le dejaba el aire justo para que sus órganos funcionarán pero para que sufriera por no poder respirar. Entonces cuando todo esto le vino de golpe y sus sombras empezaron a andar alrededor suyo, cada vez más cerca para destruirla y convertirla de nuevo en un alma muerta en un cuerpo vivo, cogió la pistola de su padre y se la apoyó sobre la cabeza, contó tres para no arrepentirse y hundió ligeramente el dedo sobre el gatillo. Su cuerpo cayó sobre el suelo de tierra  del mirador y este se llenó de un color granate. Después de dos horas la policía encontró su cuerpo frío con su rostro pálido y sus ojos verdes ya sin expresión, sería la última vez que alguien vería aquellos ojos verdes, porque al instante fueron cerrados y aquel guardia reconoció a la chica que había pertenecido parte de su vida y que el destino les había separado, obligándolos a odiarse.

V.K. Texto ficticio.

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