En mis letras...

A veces no conoces a la persona que tienes al lado, pero basta un abrir y cerrar de ojos, para que te alumbren tus tinieblas.
Por eso, bastó con verte tu sonrisa el primer día para saber que serías un personaje más de todas mis historias perdidas. Bastó con mirarte y ver que llevabas en ti el mismo placer que llevaba yo en la música, bastó con verte cantar, sonreír y cerrar los ojos, para que me alumbraras ese día. 
Volvimos a vernos, ese día tenía unas ojeras horribles, cicatrices por todo el cuerpo y una sonrisa seria, ese día tan solo necesitaba salvarme, así que no hice mucho caso a nadie. 
Te miré una última vez y me mirabas con cara seria, como si pudiese transmitirte todo el dolor que tenía por dentro. 
Más tarde, te fuiste lejos y yo me sumí en la desesperación de la música y del mal día que había tenido. 
Sin embargo, un cuarto de hora después, volvimos a coincidir. Podía ver tu rostro en el espejo y sé que ambos nos estábamos mirando, dejé de mirar a la nada y comencé a observar tu figura, sonreí y sonreíste, mi corazón dio un vuelco. Pudimos estar otro cuarto de hora intercambiando miradas y sonrisas y aquello volvió a darle color a mí día gris. Finalmente, llegó el momento de irme, aunque me guardé esa sonrisa para dibujarla con palabras. Sé que nunca te conoceré, pero no me importa tanto, porque sé que he conocido tu sonrisa y se ha quedado a vivir en mi mente y ahora en mis letras. 



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