Aún no era tarde.

Recordaría por siempre sus ojos verdes, esos que siempre buscaba por la sala y que cuando se encontraban ambas miradas se devoraban.
Siempre había sentido ese escalofrío extraño cuando estaba cerca de ella, pero nunca había sabido exactamente por qué.

Sabía que a pesar de lo poco que hablaban, ella era especial, era distinta.
Sabía que ella entendería sus quebraderos de cabeza, sus ideas y todos los fantasmas que le rodeaban.
Sabía que podía llegar a quererle con todos sus errores y defectos, esos que cada día le engancharía más hacía él.

Ella era el pecado capital más bonito que quería cometer, era la boca más dulce que había visto y sus ojos dos abismos en los que no le importaría adentrarse todas las noches.
Era la sonrisa más bonita que había conocido, la poesía más emotiva y sentimental que hubiese podido escribir. Era  todos los placeres que se pueden consumir. Era una diosa y él quería ser su ambrosía para adentrarse en sus labios y probar la textura de su cuerpo.

Ella era un sueño que se marchitaba por momentos, nunca la habló y tarde  o temprano cada uno tomarían sus caminos.

Pero aún no era tarde y tenía tiempo de cambiar su historia antes de que bebieran del río del inframundo y se olvidarán el uno del otro.

V.K.

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