Montañas verdes

En tus ojos vi reflejados las montañas verdes y bosques.
Un despertar en medio del valle, capaz de romper cualquier pesadilla que alimenta el miedo a la pesadumbre.
Creía que mi libertad consistía en estar perdida sin escoger ningún rumbo en concreto, sin esperar nada de ninguna parada y sin seleccionar un destino. Pero siempre he tenido las ideas claras, aunque esté llena de dicotomías: me gusta el norte y el sur, la cerveza y el vino, aunque más la sidra natural, pero el alcohol me ha destrozado la vida, como al viejo de Bukowski; me flipa el rock, aunque de vez en cuando me descubro desconectando en una canción de techno o en una melodía de Telemann.
Al conocerte entendí, que, aunque no me iba a centrar en un solo destino, tampoco era capaz de estar dando tumbos en una sociedad líquida.
A veces conoces a personas interesantes en un tiempo incorrecto, aunque quizás en mí caso, fue el tiempo perfecto para comprender muchas cosas.
Y es que cuando eres un pseudo-artista las personas pueden ser poemas no escritos, canciones aún por componer y actos de teatro aún no interpretados. En tu interior brilla esa inspiración que se podría llamar amor platónico, al mismo tiempo que las personas te empujan a romper las barreras de la responsabilidad afectiva para que escribas esos pequeños versos, en la vida real. Pero, tú, que eres un artista, prefieres que el recuerdo se quede así, ya que lo que interpretas, llegas a escribir, o le pones una melodía acaba teniendo un resultado distinto al que esperabas, muchas veces decepcionante y hasta triste.
Aquel día comprendí que el poema no me pertenecía escribirlo, porque siquiera podría volver a coincidir en largo tiempo. Y que en realidad yo ya tenía una edad para seguir jugando a ser artista.
Así que me aferré al tren que sí tenía un destino que me gustaba, me aclaré la cara y con este escrito cierro el único acto que sí tengo claro: comenzar mi libertad por el amor a mí misma.

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