No lo entiendo muy bien
Es uno de esos días que pesan, pero que tampoco es un mal día por algo específico.
El pecho arde por dentro y pega punzadas que no se entienden.
Entras en un bucle infinito y muy largo.
Tu respiración pesa, tu cuerpo, tu cabeza, todo.
Y empiezas a ver borroso, a no entender nada, a escuchar más esa parte negativa que la positiva.
Empieza a hacerse un nudo en tu cuerpo y empiezan a dormirse tus extremidades lentamente.
Todo lo que controlabas lo pierdes y te vuelves frenético, porque ¡Joder! ¡Tú controlas hasta cada segundo que pasa del reloj! O eso quieres creerte, porque en el fondo sabes que no.
Empiezas a recordar esos abrazos infinitos, esos besos que no volverán, y que tampoco es que los eches de menos por la persona, pero es que ahora ni siquiera puedes elegir darlos o no.
Y tu vida empieza a girar entorno al coronavirus y a todo aquello que harás cuando no esté, deseando que por un segundo todo esto fuese una puta simulación. Pero, cuando vuelves a la realidad sigue ahí y tú estás pegado a un sillón mirando una pantalla, sin esperar la recompensa de reírte con el resto o de pasar un buen rato sin pensar en nada más.
Porque sí, sí que piensas y sientes.
Sí, sí que te obsesionas y tienes miedo de ser el siguiente positivo (porque ahora esa palabra es totalmente su antónimo).
Y joder, es que es muy difícil vivir cosas nuevas, querer y no pensar en esta época que nos ha tocado vivir.
Así que cuando esto pase, antes de decir que no a un abrazo, un beso o que me quieran, reflexionaré cuánto lo quiero.
Porque sin darme cuenta la última vez que abracé sin miedo fue en el mes de febrero y en ese momento no sabía que era una de las últimas veces que podría recibirlo.
Comentarios
Publicar un comentario