No hay un nada sin la contraposción del todo.

Se están gangrenando mis ideas y se comienza a hacer un nudo en mi corazón. 

El invierno ha llegado a mi realidad, pero muchas veces prefiero andar bajo la lluvia, que estar bajo un sol brillante que me miente sobre el frío que hace en la ciudad. 

Tengo un montón de ideas, pero mi lira ha enmudecido y lo triste es que nunca ha sido por amor, admiración o porque hayan crecido en mí mariposas. 

Éstas últimas siempre mueren, porque tengo un cazador interior que me impide dejarlas libres, incluso aunque las nuevas leyes prohíban hacerlas prisioneras. 

Y yo sigo captando palabras, para que formen un discurso lo suficientemente sólido, como para no ser destruido bajo mis sombras. 

Pero, estoy bien, creo que estoy bien. 

Creo que simplemente son días grises, pero tengo ganas de coger todo para disfrutarlo. Porque, no hay días felices sin días tristes, no hay libertad sin una guerra que nos haya hecho entender la crueldad. 

Y no hay nada sin la contraposición del todo. 

Y yo soy un todo, no necesito un nadie que me complete, aunque sí que me acompañe. 

Así que he decidido darle la vuelta a este texto, que no entiendo muy bien qué quiere decir (supongo que vosotros estaréis más perdidos aun que yo) y he liberado las mariposas, para que mi captor no las mate. 

Le he dado a éste unos recursos para que se vuelva ingeniero del arte y le explique la poesía a mis sombra. 

Le he dado un color negro y uno blanco al gris y que entienda el porqué de su composición. 

Y he decidido darme paz, en vez de guerra. Porque los civiles de mi interior necesitan dedicarse a la agrícultura de mis sentimientos y construir estructuras solidas donde puedan sentirse seguros y libres. 

He decidido muchas cosas y esta vez en vez de darme un puñetazo, he decidido abrazarme. 

¡Y joder! ¡Qué bien sabe! 

Porque, sin duda, no hay un nada sin la contraposción del todo. 

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