La alegria que siento muerta

Eran unos ojos gigantes y azules puestos en mí, seriedad y mucha inquietud.
Lo normal en una pequeña de su edad.

Era una etapa de miedo, confusión y nuevos retos, así que solo buscaba evadirme un rato más. Sin embargo, siempre me ha gustado los detalles de los humanos como un rasgo literario para un nuevo personaje; así que le sonreí, le sonreí con toda mi fuerza y enseguida me devolvió la misma sonrisa, que me acompañó durante todo el viaje en autobús.

A esa edad se da un fenómeno llamado proto imitación y que innatamente imitan los gestos de las personas que le rodean, hasta que empiezan a desarrollar el instinto a la defensa de las personas desconocidas.
Así que me quedo con su sonrisa para siempre, igual que la de muchas otras personas. Además, ahora sé que no todo lo que me acompaña es tristeza y que a veces puedo llegar a transmitir la alegría que yo muchas veces siento muerta.

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