El artista y ella.

Es extraño, el amor juega a su manera con nosotros y acaba por dejar una sensación inexplicable en nuestro interior, como cuando pruebas un sabor extraño que no sabes muy bien si te gusta o no.
Él temía no volver a enamorarse nunca. Sus musas eran inspiración, pero no esa inspiración que antes nacía en su interior y que le llevaba a volverse loco por cada rasgo de esa persona; volverse loco por dibujar hasta en el cuadro la personalidad.
Desde hacía mucho tiempo no conseguía esa sensación de sentir pena al despedirse de alguien, esa sensación de cerrar los ojos y sentir que tu alma te pide dibujar para que su esencia no te deje nunca. Parecía que ese sentimiento de querer hasta la médula se apagaba siempre o que incluso nunca llegaba a nacer y siempre sentía ese vacío, esa desapetencia a todo, esa necesidad de encontrar a alguien que le hiciese sentir vivo por dentro.
La realidad podría ser distinta, porque hubo un tiempo en el que se presionó para ser mejor, que mecanizó sus pasos para llegar más alto y producir más, para tener un público; pero, lo que obviaba era que el éxito no estaba en sus técnicas, sino en la historia que se escondía tras cada cuadro.
Dejó de importarle su vida, simplemente se cerró a su rutina y los problemas se convirtieron en grandes columnas pesadas que cargar. Los últimos desamores, además no contribuyeron a mejorar la situación.
Sin embargo, un día decidió romper con aquello. Estuvo apunto de dejarlo todo, hasta que unos grandes ojos claros se posaron en su camino. Aquella chica iba en grupo con más personas, aunque a diferencia de las demás, ella iba mirando al suelo y callada; eso aumentaba la curiosidad del artista, pero éste la dejó escapar por timidez y por las circunstancias.
Varios meses y no la volvió a ver.
Dibujaba de vez en cuando y el resultado eran unos cuadros poco brillantes, poco fieles, poco humanos; en ellos tampoco había inspiración o pasión, era más bien una copia, podrían definirse como un reflejo de la sociedad capitalista, "trabajar para ganarse el pan".

Lo que el artista no sabía era que una noche la volvería a ver en un bar, sola sentada en una mesa y con su mirada triste. Que esta vez hablarían y que aunque la conversación empezaría con unas cuantas contestaciones bordes, acabarían encontrando un nexo en común y confesándose ciertas cosas.
Ella, era una pequeña escritora que no podía escribir desde hacía mucho, pero que al verle hace meses en la calle, pudo escribirle un pequeño poema.
Él le confesó que a pesar de no haberla dibujado, porque quería conocer cada rasgo de su físico y personalidad, había soñado con sus ojos claros durante esos meses y había intentado hacer un pequeño boceto.

Él, días después la acabó dibujando, siendo uno de los cuadros más brillantes del artista.
Ella escribió un libro inspirado en su historia.
Ambos se ayudaron a superar sus problemas y obstáculos, a conocerse entre ellos y a sí mismos.

Él comprendió que dos de los mejores artistas universales no cumplían las fechas y dibujaban cuando la inspiración venía, sin forzar sus trazados, sin forzarse a ellos mismos. Tanto Miguel Ángel, como Borromini fueron grandes genios de la historia del arte.
No obstante, ambos comprendieron que su mejor inspiración era el otro y que aunque eso cambiara en algún momento, el presente lo indicaba así hasta el momento.

Comentarios

Entradas populares