Final alternativo.

Aquel extraño chico pedía auxilio con la mirada cada vez que se cruzaba con alguien, sin embargo nadie hacia caso a sus gritos silenciados,  ni siquiera yo.
Cada día se levantaba, desayunaba y se iba a duchar, al quitarse la ropa siempre se veía las mismas manchas sobre su piel esas que desaparecerían al tiempo que otras nuevas aparecerían. Se vestía, cogía su mochila y se subía al coche, siempre tenía un aire ausente, triste, cómo si su vida estuviese a punto de terminar.
Al llegar al instituto siempre tenía los mismos hábitos, se bajaba del coche, cogía sus cascos y se ponía la música a tope, intentando escapar de algún modo de ese momento, no obstante eso le servía unos diez minutos, en la puerta un grupo de chavales algo más mayores que él le estaban esperando.
-¡Eh!, tú, pringado, ven aquí - dijo uno de ellos.
- ¿Yo? - dijo trabándose.
- Sí, no ves que no hay nadie más, tienen razón de que eres retrasadito - dijo el mismo otra vez.
Era un grupo como de cinco chicos, encabezado por el chico que siempre tenía que ir de guay por el mundo y que pisaba a los demás por hacerse el grande y luego estaban sus amigos que no eran tan malos, pero les seguían  el rollo al primero.
-No tenemos  todo el día, ya sé que estas gordo, pero mueve tu puto culo aquí - dijo otro de ellos
Él se acercó en silencio y nada más estar a dos centímetros de diferencia, le empezaron a pegar y a sacar fotos, riéndose y dejándolo en ridículo. Finalmente se cansaron y le dejaron, él se levantó dolorido y fue hacia su clase, aunque ese dolor ya lo conocía demasiado bien.
Sí ya no era suficiente con las risas de sus compañeros, las constantes humillaciones y los golpes, los profesores tampoco es que estuvieran a la altura. Estos siempre le decían lo inútil que era, lo poco que estudiaba, la muy lento que era para entender las cosas, lo poco que servía para estudiar y lo mucho que valía su hermana. No entendían que quizás había más problemas en su vida, que iba a su ritmo y que no podía ser distinto a cómo era y que tampoco tenía que serlo, era especial, aunque el no se había dado cuenta.
Así era cada día en su vida, golpes, humillaciones por parte de todos, rechazo de las chicas por ser el rarito según ellas y con un añadido nuestra presión por no estudiar lo suficiente y no esforzarse más. Supongo que eso fue lo que le debilitó lentamente, aunque ninguno de nosotros sabíamos que estaba viviendo en el instituto.
Recuerdo aquel día como si hubiese sido ayer, como cada día volvimos en coche a casa, él había tenido otro día de mierda, había vuelto a suspender otro examen y mi padre le había vuelto a gritar y a decir que no iba a hacer nada con su vida a ese paso. Él llorando se bajó del coche y fue a su cuarto.
Mi madre después de un rato gritó que era la hora de ir a comer, sin embargo él no bajaba.
-Venga, hija, sube a por tu hermano. - Dijo mi madre
Subí las escaleras que daban al segundo piso y abrí su cuarto, en ese instante corrí hasta el fondo y me agache.
-LLAMAD A UNA AMBULANCIA- grité
Estaba todo lleno de sangre, estaba pálido como nunca lo había estado y sus ojos ya no pedían auxilio, le intentaba pillar el pulso, pero no lo encontraba.
Está, está muerto- dije con un hilo de voz débil y con un montón de lágrimas.
Me sentía impotente, débil, sin esperanza, machacada, ahogada, era una locura, había perdido a mi hermano pequeño.
Finalmente se llevaron el cuerpo sin vida, y antes de perderle para siempre le quite el colgante de su cuello, quería un último recuerdo, quería tener algo suyo.
Abracé a mi familia, estaba destrozada, su pequeño hijo de catorce años se había suicidado cortándose las venas. Sentían que habían fracasado, que no lo habían hecho bien, que no le habían prestado la suficiente atención y a pesar de que no era su culpa del todo, ellos se culpaban porque le querían de verdad, porque sí que era importante.
Como todos los días siguientes mi padre me llevo en coche al instituto, cogí sus cascos y me puse la música a tope. Hicieron un altar a su memoria en el instituto, todas las personas que le habían hecho daño estaban allí recordándole y llorando, qué hipócrita puede llegar a ser la gente. Fui hacia clase, todos me daban su pésame, pero sabía que muchos realmente no sentían nada de eso y sólo habían visto en él a un chico extraño. Ahora sé que la culpa no fue tan sólo de quién decidieron hacerle daño, sino también de los que no le apoyamos en ese momento.  Él era especial y era valiente porque a pesar de todo lo que había pasado, había sido él mismo sin cambiar y eso es algo que pocas personas actualmente hacen. Aquel chico extraño, no era extraño, era él mismo y supo soportar más de lo que 
nadie hubiese hecho.
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Final alternativo: 
Aquel extraño chico pedía auxilio con la mirada cada vez que se cruzaba con alguien, sin embargo nadie hacia caso a sus gritos silenciados,  ni siquiera yo.
Cada día se levantaba, desayunaba y se iba a duchar, al quitarse la ropa siempre se veía las mismas manchas sobre su piel esas que desaparecerían al tiempo que otras nuevas aparecerían. Se vestía, cogía su mochila y se subía al coche, siempre tenía un aire ausente, triste, cómo si su vida estuviese a punto de terminar.
Al llegar al instituto siempre tenía los mismos hábitos, se bajaba del coche, cogía sus cascos y se ponía la música a tope, intentando escapar de algún modo de ese momento. No obstante, eso le servía unos diez minutos, en la puerta un grupo de chavales algo más mayores que él le estaban esperando.
-¡Eh!, tú, pringado, ven aquí - dijo uno de ellos.
- ¿Yo? - dijo trabándose.
- Sí, no ves que no hay nadie más, tienen razón de que eres retrasadito - dijo el mismo otra vez.
Era un grupo como de cinco chicos, encabezado por el chico que siempre tenía que ir de guay por el mundo y que pisaba a los demás por hacerse el grande y luego estaban sus amigos que no eran tan malos, pero les seguían  el rollo al primero.
-No tenemos  todo el día, ya sé que estas gordo, pero mueve tu puto culo aquí - dijo otro de ellos,

En el mismo instante que le dijeron eso, él se cansó. No podía soportar esta situación más. No era inferior, no tenían por qué insultarle, es más, estaba por encima de ellos en cuánto a madurez y si ellos no se callaban su bocaza, él no tenía por qué hacerlo. 

-¿Sabes qué? Que no, no voy a ir a dónde estáis. Tienen razón en que sois unos cobardes- dijo él. 

-¿Perdona? ¿pero de qué vas gilipollas? ¿ahora te vas a hacer el valiente? eh, gallina.- dijo el líder del grupo. 

El mandamás del grupillo se abalanzó sobre él y comenzó a pegarle junto a su grupo, fue imposible defenderse de aquel ataque y volvió a levantarse dolorido, cómo todos los días. Aunque esta vez no iría directo a la clase, sino al despacho del director. Contó todo lo que había estado sufriendo estos meses, todos los comentarios de sus compañeros y profesores y explicó todo aquello que llevaba dentro. Esta vez no iba a permitirlo. 
Llamaron a sus padres y vinieron a hablar con el director, éste le explico la situación de su hijo y las posibles soluciones que tendrían. Así que, le cambiaron de centro, donde todo fue mucho mejor.
Además él le contó a nuestros padres que llevaba meses autolesionándose sin que nadie lo supiera. 
Después de explicarle toda su situación, le llevaron a rehabilitación, donde comenzó a trabajar su autoestima, la capacidad para decir lo que le sentaba mal, buscar unas maneras alternativas de evasión que no fueran provocarse dolor así mismo y quitarle por un tiempo todos los objetos punzantes o cortantes. 
Trabajó durante muchos meses sobre sí mismo, cambiando todo aquello que le había hecho daño y poco a poco fue volviendo a encontrar motivación en su vida, poco a poco, mi hermano, fue mejorando. Además en el centro al que le habían trasladado tenía nuevos amigos y en general era querido, a pesar de que siempre están ese tipo de gilipollas que se meten con otros, pero también en esas rehabilitaciones le enseñaron a pasar de la gente y de sus ideas dañinas. 
Mi hermano pudo haberse callado y haber acabado con su vida, pero tuvo valentía para enfrentarse a todo el daño que le estaban haciendo y contarlo a tiempo para que le ayudaran. Aprendió a quererse, a valorarse y a saber que no era inferior a nadie. 
Así que si te sientes en una situación que te supere, sea de este tipo o de cualquier otro tipo, pide ayuda antes de que sea tarde, aprende a quererte, a superarte y hacer de ti una mejor persona. Aprende a pasar de la gente dañina y disfruta de la gente que te quiera, porque desde luego aunque no lo creas, mucha gente te va a querer. Sin embargo, nunca recurras a hacerte daño, sea como sea, nunca lo hagas, ni intentes cambiar de una forma insalubre y dañina.
Sé que puedes superarte sin aún conocerte, porque igual que mi hermano pudo, tú también puedes, sólo hace falta que te dejes ayudar, confíes en la gente que te quiere y sobre todo confíes y te quieras mucho a ti mismo. Mereces la pena. 

V.K. No podía dejar un final tan triste, pues todo el mundo se merece ser feliz y quererse. Así que, a veces hay que rehacer las cosas que escribimos mal, ya sea en nuestra vida real o ficticia, y tomar las decisiones correctas. Por favor, si necesitas ayuda, no te calles, es necesario que el mundo te escuche y te ayuden (créeme  que lo harán) y sobre todo quierete y descubre que lo que llevas dentro de ti es bonito, brillante, poderoso y especial. Nunca te subestimes, puedes llegar tan lejos como quieras. 

Muchas gracias por leerlo. 





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