La máscara.

Se extiende ante tus ojos un abismo negro. 
Es tarde para salvarla de algo así, 
porque poco a poco se está invadiendo de oscuridad. 
Todo lo que le rodea está helado, 
no siente absolutamente nada.
El eco sordo de su corazón 
está gritando cada vez más fuerte, 
pero ya nadie puede salvarle, 
ya nadie puede salvarme. 
Heridas se agrupan en el mismo punto
y sangran juntas intentando entornar los sueños, 
que nunca se cumplieron. 
Están fuera de ese abismo, 
humillándola continuamente, 
haciéndole de menos ante el resto.
Es una fracasada, 
se dice. 
No sirve para nada, 
se dice. 
No entiende porque sigue en pie, 
se repite. 
Finalmente, 
oculta sus lágrimas ante el resto,
finge que todo está bien, 
porque un día comenzó a cambiar lo de su alrededor. 
Estos meses han sido devastadores 
y su huracán ha acabado con todo su ser. 
Sin embargo, sigue algo visible. 
Su máscara está intacta, 
continua reluciente.
La gente se queda eclipsada por ella, 
sin poder ver la realidad, 
sin que se la muestren. 

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