Cuenta hasta trescientos

"Cuenta hasta trescientos, y recuerda disfrutar del momento, paráte cuando lo necesites y tranquila por el tiempo, porque llegarás de sobra" 

Su mente estaba nerviosa por descubrir el sitio dónde se encontraba, tras una venda sus pequeños ojos estaban escondidos, pero debía mantener la calma hasta trescientos. "Doscientos noventa y ocho...", un zumbido le sacó de sus cuentas, sólo deseaba que no fuera una avispa. Rápidamente se quitó la venda, para observar que estaba a salvo de su pequeña fobia y casi se echa a llorar al observar el entorno en el que se encontraba, estaba segura de que si la persona que le había dejado allí, siguiera con ella, le hubiese abrazado y dado las gracias.
Tomó partido de la última frase que le habían dicho, se preparó el petate y comenzó a andar rumbo a lo desconocido. La verdad es que no fue difícil situarse, porque tan sólo tenía que seguir las rutas marcadas, pero aún así se informó de donde estaba su destino, se situó y fue descendiendo.
Siempre recordaría aquel sendero, libertad, música, soledad, inspiración y símbolos que se le quedarían marcados a fuego en la piel, pero además sentimiento de fuerza, valentía, incertidumbre y autonomía; llevaba mucho tiempo soñando con viajar sola, andar sin prisa y escribir junto a un pequeño cuaderno, aquel en el que explicaría por fin sus sentimientos hacia su pasado y todo aquello que le gustaría haber cambiado.
Un kilómetro de camino y ahora seguiría la segunda parte, un buen restaurante en el que se prestaron a darle de comer gratuitamente. Después continuó su camino, con aquella familia de recuerdo, pero antes de partir hacia su destino, se paró enfrente de unas rocas, allí comenzó a reflexionar, dejarse llevar por los sentimientos, por la música y por sus amigas las palabras.
Había descubierto un nuevo sentimiento en ella, el de sentirse orgullosa por una vez en su vida, en sentirse plenamente consciente de sus virtudes, de su fuerza y de sus límites. No obstante, al acabar de escribir unas pocas líneas, mirar el paisaje y recoger algo de basura que estaba tirada en el sitio, continuó sin más demora.
El sol se pegaba a su cuerpo, a su piel enrojecida y quemada del día anterior, pero aún así deseaba continuar y llegar a esa playa tan bonita en la que había estado una semana antes con sus compañeros. Así que después de varias crisis en las que pensaba que se había perdido, recordó que tenía un pequeño mapa en su riñonera, lo sacó y comprobó que no le quedaban demasiados kilómetros. Siguió con la música, con la cabeza puesta en las personas que habían marcado su vida y que ahora recordaba con cada melodía y de los buenos y malos momentos pasados en ese curso de bachillerato. Y casi sin darse cuenta llegó a la playa, allí descansó un rato, vio a una de sus compañeras, sabiendo que a ella también le había ido bien,  y se puso a escribir todo lo que le faltaba. Llegó el momento de partir a su campamento y contar la experiencia vivida, abrazar a la gente que quería y demostrar lo feliz que estaba, porque por fin había creído en ella misma, había visto que podía hacer lo que se propusiera sin problema y que si en algunos momentos valoraba todo aquello que estaba en su mente, podría llegar más lejos de lo que creía. Además en todos aquellos momentos de pequeño agobio recordó la frase y supo mantenerse en calma, cosa que hacía tiempo que no conseguía.

A veces en la vida hay que pararse, contar hasta trescientos, recordar que debes disfrutar el momento, descansar cuando lo necesites y saber que el tiempo no es lo importante.
A veces hay que desconectar, hacer de los lugares hogar y creer que llegarás tan lejos como tu mente esté dispuesta.
A veces hay que quererse, cuidarse y no dejarse abandonar por el miedo o por lo que piensen los demás.
A veces merece la pena comprender que crecer como persona, es lo más bonito que existirá.








V.K. 





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