Un sendero

Cuando crece tu conciencia y debes elegir tu destino es el momento más difícil que conozco. Es el momento en el que decides donde debes dirigir tus pasos, sin saber muy bien cómo llegarás y teniendo una idea diseñada en tu vida. 
Comienzas tu sendero y crees que es lo más valiente que has hecho en toda tu vida, porque sin duda estás decidiendo por ti mismo sin ayuda de tus seres queridos, pero de repente llega un tramo que debes escalar paso a paso, en el cual te resbalas y te haces heridas que se quedarán en tu piel marcadas de por vida, deseas abandonar, piensas que en qué momento te metiste en ese tramo y necesitas la ayuda de la gente que te quiere. Entonces, te maldices porque ya no eres tan independiente como creías y no eres ese adolescente que decide por sí mismo las decisiones más acertadas. 
El camino sigue, empiezas a conocer pensamientos que albergan en tu interior y que antes no conocías. Pero sin duda, empiezas a conocer personas que están tomando el mismo camino que tú y que por destino, quizás por casualidad o por lo que desee creer cada persona, se sitúan en tu vida creando un lazo muy importante. Tus pasos siguen, tus debilidades crecen, sin embargo tus fortalezas se acaban haciendo siempre con la situación, aunque quizás no del modo que esperabas. Escribes tú propia historia antagónica a la idea que tenías formada en tu cabeza, pero decides que es mejor así, antes que seguir un guión un poco idealizado de la vida. Aparecen tus primeros amores, las primeras ilusiones y tus primeros sueños comienzan a tomar forma, aunque también aparecen tus primeras desilusiones, tus roturas de corazón y la falta de motivación en las cosas que haces. 
Sigues el camino, quizás ahora venga el tramo más difícil, tu mente empieza a coger forma y crees que eres muy adulto para tomar todas las decisiones que tienes que tomar, crees que la vida ya está dirigida y que no necesitas la ayuda de tus seres queridos, comienzas a tomarte más descansos, a beber, a enamorarte y así tu vida va fluyendo, hasta que un nuevo problema viene y te explota en la cara, haces una locura demasiado grande y los dramas en tu vida son continuos. Quizás además influye mucho la imagen en el espejo, lo que las personas dicen de ti, las malditas redes sociales y cosas con una importancia meramente relativa, pero común en la plena adolescencia. 
Continuamos andando, e intentas asentar la cabeza, conoces personas, vuelves a enamorarte, romper con tus miedos y tu mente empieza a alimentarse de enseñanzas y de ideas bastante importantes en tu futuro, pero sigues siendo un niño, un niño que quiere un traje de adulto y que quiere conocer a gente mayor de la que enamorarse, porque la gente de su edad le queda un poco pequeña, bobadas, al fin y al cabo. Comienzas a buscar nuevas formas de evasión y resulta fácil pues el camino que te toca recorrer ahora es bastante llano y asfaltado, nada que ver con lo que llevabas escalado, pero algo inesperado ocurre y te tropiezas y caes en picado por una cuesta y todo lo que eras se rompe. 
Te das cuenta de que no eres tan adulto, de que no has asentado la cabeza, de que te siguen importando las mismas cosas que antes, pero que tu mente ahora es mucho más poderosa por sus conocimientos, pero nunca son suficientes para lo que la sociedad te exige. 
Te das cuenta de que no eres adulto, pero que las cosas que te preocupan no son importantes y que estás en la luna mientras caminas. Sin embargo, te piden seriedad, ya que pronto serás un adulto y no podrás comportarte eternamente como un adolescente. 
Y sigues sin darte cuenta caminando, adquieres más experiencia, más conocimientos, empiezas a entender el comportamiento de las personas que habías conocido y te habían hecho daño, comprendes que no eran tan adultos como te hacían ver, porque a su edad tú no lo eres. Comienzas a entender que las personas que te quieren siguen a tu lado y que has conocido a otras muchas que te han aportado cosas y comienzas a entender que a pesar de todas las veces que te has caído subiendo y bajando, ahora sigues haciéndolo, pero sin costarte tanto y por alguna razón aún indefinible comienzas a creer en ti. Entonces llegas a una especie de bosque, decides acampar y descansar, tomarte tu tiempo y aprender como eres, porque a veces la vida no solo trata de andar y andar, a veces también estaría bien pararse y observar lo que te rodea. 
Y entonces, aún comprendes algo más fuerte, has estado toda tu vida subiendo y bajando, cayéndote y aún así levantándote en las malas, sólo por el mero hecho de demostrar la valentía y lo adulto que eres, pero no has disfrutado de tu niño interior y de las cosas buenas que tiene. Llevas toda una vida siguiendo el ejemplo, sin pararte a pensar por qué sigues andando y no haces más paradas para tomártelo con calma. 
Te das cuenta de que llevas toda una vida sin quererte, sin conocerte realmente, sin valorarte y preocupándote de cosas sin importancia. Y te das cuenta de que por desgracias no eres el único. 
La vida no solo consiste en andar a ninguna parte, sino de observar que te rodea, de aprender de las buenas cosas de los sitios, superar las malas y disfrutar de lo que uno tiene, sin fijarse de lo que uno carece. 
La vida es distinta para todos, y ya que el tiempo pasa sin darnos cuenta, quizás podemos disponer de unos minutos, horas, días, incluso semanas, meses y años para disfrutar de los pequeños rincones de nuestro alma y disfrutar de la vida y de las personas que nos rodean. 
La vida es para disfrutarla y parece que solo estamos empeñados en escalarla para demostrar una fuerza meramente relativa para el mundo. 
Olvidamos nuestros sueños, para ser "realistas" y aunque no hay que olvidar las responsabilidades y que ciertamente sí que hay que tener en cuenta la realidad de las cosas, creo que olvidamos lo más importante que es ser feliz y no dejar de querer lo que somos. 


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