Necesitaba el tiempo que necesité en recorrerte...

Necesitaba tiempo tan sólo eso, el mismo tiempo que necesité para observar cada uno de tus lunares, aquel que necesite para besar aquellos finos labios y susurrarle a aquel oído miles de palabras, las cuales ahora se habían fugado a tu tiempo. Solíamos vivir al mismo tiempo de diferente modo, de distinta manera y a veces a pesar de que la distancia entre nosotros eran metros, la realidad lo volvían kilómetros. Solía soñar con tus ojos azules, unos que ahora habían volado lejos, como aquellas gaviotas bajo un mar infinito. Me gustaba observar tus pequeñas manías, como sonreír a pesar de que algo te dolía, de fumar nervioso y pellizcándote el labio inferior cuando te sacabas lentamente el cigarro y exhalabas el humo. Nunca pensaste que eso que te tranquilizaba, más tarde te haría irte de una forma dolorosa. Recuerdo cómo te callabas todo delante de mí, me besabas la frente y me respondias "todo irá bien, pequeña", pero en ese momento sabías que nada iba a ir bien, aunque exactamente no podrías ver que iba a ir mal y de que modo. Me acuerdo de ese mes de diciembre, llevaba tiempo sin hablar contigo, siempre pensé que huiste porque no eras capaz de decirme que habías encontrado a otra persona, pero cuando pasé por aquella habitación te vi, vi a aquel hombre que aunque odiaba en mente, en corazón lo amaba, todo lleno de tubos y sin poder respirar bien. Mi corazón dio un tumbo, me acerque y me caí de rodillas frente a ti, llorando, dolida, preguntándome por qué nunca fuiste capaz de decirme la verdad, aquel hombre ahora sin pelo, volvió a repetirme "todo irá bien, pequeña". Duré un mes más a tu lado, viéndote sufrir, desgastado, debilitado, pero tu sonrisa seguía ahí, tu tranquilidad, tu amor, tu calma ante mí, algo que siempre admiré en ti. El último día me diste una carta, en ella me explicabas el por qué de no decírmelo, el por qué de tu miedo a que descubriera tu sufrimiento. Cómo nunca habías olvidado mi cuerpo, mis labios, mi sonrisa, mi pelo... Y finalmente una despedida, en la que me prometiste verme desde nuestra estrella, en el que me prometiste que siempre estarías en mi mente y que me apoyarías. También me prometiste entender que me volvería a enamorar, que no te pondrías celoso desde dónde estuvieras. Y me pedías que nunca olvidase tu sonrisa y tu tranquilidad, que recordara  aquello para superarme. Necesitaba el tiempo que necesité en recorrerte, para olvidarte. El problema es que aunque encontrase a otras personas, nunca olvidaría ese amor hacia ti, siempre estaría, aunque fuera de distinto modo. No pude despedirme de ti a la cara, pero se que sí estás ahí, así que al menos el viento te llevará mi última carta... Aquel cáncer acabó contigo en persona, pero en alma sigues aquí...

V.K. Texto ficticio

Comentarios

Entradas populares