Sombras molestas.

En la misma plaza donde hace media hora las vengalas rojas reclamaban una sociedad antifascista, y sonreía pensando en una sociedad menos individual y neocapitalista. Ahora me mira ferozmente un cuerpo humano desfigurado por las adicciones de varias drogas, donde nos acaba de robar una cerveza. 
Desde aquel sábado por la noche, no me quito esa mirada que decía que le gustaban las mujeres españolas, y, aunque era un ataque machista contra mi persona, también era una condición de inhibición y despersonalización contra la suya. 
Vuelvo a hace unos años, cuando no de la misma manera estuve ahí, cuando me sentía vacía y buscaba el calor de cuerpos individuales que nunca me lo iban a dar. Cada noche bebía de varios cócteles que me prometían ser mucho más atractiva e inteligente, pero en realidad solo era un veneno que me alejaba más de mí misma y de mi propia realidad, así como de la gente que realmente me quería. 
Era una forma de evadirme de la misma, de mis ganas de desaparecer y de enfrentarme a mis demonios, pero en realidad al día siguiente se hacían más grandes y dolorosos. 
Cuando quise darme cuenta estaba al borde del colapso, olvidaba las conversaciones, las personas que quería no confiaban en mí y seguía buscando el cariño de unos extraños a los que le hubiese dado igual si me moría al día siguiente. Precisamente, me di cuenta justo el día que había muerto de forma metafórica y había despertado llorando y llena de sangre en mi habitación, pero que a casi nadie le importó. 
Despierto de nuevo en la realidad de ese sábado, en otra ciudad que no es la mía, el chico está buscando el contacto de otras personas y el cóctel que le ayude a evadirse de su realidad. Me gustaría gritarle que saliera de ahí, me gustaría llamar por él para pedir ayuda, pero sólo uno mismo puede salvarse en esas circunstancias. 
Miro a mi alrededor y a nadie parece impactarle la situación, ya que en esa zona es normal que las personas estén en una situación de adicción, pero a mí me duele y me sorprende como miramos hacia otro lado. Cada uno vive individual y ajeno a la realidad de otros, cada uno riéndose del pobre chico, cada uno pidiendo que mejor que no se acerque, pero nadie pensando cómo puede actuar para ayudarle y dejar una sociedad mejor, y si lo hace tampoco servirá demasiado. 
Sigo sin saber cómo actuar, sintiéndo rabia desde aquel día, con una herida reabierta y sabiendo que el capitalismo, las drogas y el dinero que se mueve por detrás solo deja víctimas vivas hasta que un día desaparecen. 
Víctimas que solo le importan a su familia y amigos, pero que para la sociedad son sombras que molestan y de las que nadie nos encargamos. 

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