Pérdida de tiempo
Pienso, luego existo.
También siento, y por eso también sé que existo.
Pero, la figura del espejo no se corresponde con nadie conocido y comienzo a cuestionarme si viene otro capítulo de oscuridad y miedo.
Es jodido ser tu mismo y por unos segundos desconocerte, pensar que te estás volviendo loco, que por una vez la parte irracional ha ganado a la parte más lógica de tu cerebro.
Pero, es solo ansiedad.
Por un momento el dolor empieza a apoderarse de todo lo bueno de ti mismo y te conviertes en una especie de monstruo que ni tu mismo llegas a reconocer.
Te duele el cuerpo, te cuesta la vida despertar y sientes una vorágine de sentimientos mezclados con náuseas, ganas de arrancarte las vísceras y de rendirte, pero no puedes, eres joven.
La vida no es fácil, pero a tu generación le enseñaron lo contrario, y la tolerancia a la frustración es mínima.
Empiezas también a odiarlo, pero odiar te hace vivir en ese dolor, en esas ganas de terminar con todo, de cortar de raíz, de huir, de ahogarse continuamente.
Pienso, luego existo.
Y la parte racional me dice que pare y comience a mirar por una vez la escala de grises.
Aprenda a que la libertad consiste en aceptar el dolor y dejar marchar aquello que no podemos retener.
No volver a la parte oscura donde el dolor niebla al alma pura y al amor por la humanidad.
No perder mi objetivo de construir un mundo mejor.
No perderme a mí tan solo por un egocentrismo que nunca ha sido mío
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