Besar el rock and roll

La música alta, rock and roll entrando por mi cuerpo y un piti en la boca.
Ya no puedo darte mi corazón, perdí la apuesta con el rock and roll.
La optica de mi cámara cerebral ya vuelve a estar estropeada y se ha instaurado una especie de neblina que hace que se pierda la intensidad de color.
El verde, ya no es verde y sigo esperando la siguiente estación, deseando que un milagro me bendiga.
Ya no soy bueno ni en el juego, ni en la suerte, ni en el amor.
No hables del futuro es una ilusión, cuando el rock and roll conquistó mi corazón.

Estoy seguro que si en ese momento hubiese tenido una pistola hubiese apretado el gatillo, volandome los sesos y lo poco que quedaba de mi cassette.
Hace tiempo que el humo que inhalaba se estaba instaurando en mi interior e incluso cuando comencé a pensar que volvía a resurgir, me estrellé en las montañas. Lo malo de estrellarte es que ya nunca vuelves a ser igual, y las segundas veces tienen un final peor que las primeras, o a veces siquiera lo tiene.

Se viene a mi cabeza campos impregnados de amapolas, pero cada vez que escojo una, empiezo a verla con gusanos y pudriéndose. Ahí me doy cuenta de que soy yo mismo quién le quito la belleza a las cosas y me planteo qué objetivo tiene vivir.
Para muchos la respuesta es obvia: vivir. El problema, es cuando los objetivos o metas que te mantienen un poco vivo no te llenan y cada día te sientes un poco más enfermo, cansado, hastiado, molesto y una carga para el resto.

Se convierte en una lucha despertarte y respirar, porque hasta ese simple gesto es un esfuerzo.

Me siento agotado, me refugio en las mismas excusas que ya no abrigan en un frío invierno y me planteo si en algún momento destapar el bolígrafo, clavarlo en vena y bañarme en el mar será suficiente para besar al rock and roll y descansar junto a él.


V.K. texto de ficción. 

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