En la boca del lobo

Dile cómo superar sus miedos.
Cómo romper las barreras que la atan.
Cómo bajar a la tierra y centrarse en la realidad.
Dile qué  será de ella,
si su vida merecerá la pena,
y encontrará esa calma que nunca halla.
Dile qué da igual que confíe,
porque nunca acabarán con lo que lleva dentro, aunque tenga que aprender a callar de vez en cuando.
Dile, de verdad, que el peso es sólo un número y que en su interior se encuentra algo mucho más fascinante.
Dile que no hay límites y qué no se maldiga mirando la autopista y no pudiendo huir de la tediosa rutina.
Dile que borre la palabra inseguridad de su alma, que se arranque la soledad y borre las rayas que su mente no para de dibujarle.
Ojalá aprendiera a olvidar todas aquellas personas que emergieron en su vida y no duraron mucho tiempo, debido a que la isla estaba destruida.
Ojalá no se sintiese atrapada en una celda imaginaría y dejara de pensar que todo es superior a ella. 
Ojalá sonriera de verdad cómo lo hacía antes, sin sentir esa amargura dentro de su pecho. 
Ojalá no se ahogase constantemente y ojalá no le doliese el pecho cada día. 
Ojalá no tuviese que recurrir a miles de venenos para olvidarse de su mente, para dejarla a distancia durante un tiempo, pero incluso aún haciendo eso, vuelve y golpea más fuerte, dejando un dolor de estomago insaciable. 
 Al fin y al cabo, el mundo ha enseñado que los lobos deben comerse a las ovejas porque son más débiles. 
Y ella sola se metió en la boca del lobo, pero no la acaba de matar... 

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