A kilometros.

Ella vivía en un pueblo alejado de la ciudad. Él en una ciudad alejado de pueblos. Ella traía el agua  a casa. A él le traían el agua a casa. Él dormía en un piso caliente. Ella vivía en una chabola hecha de madera, donde el frío se colaba todas las noches. Él soñaba con un mundo mejor. Ella también lo hacía. Él escribía en su pequeño cuaderno rojo, porque le habían enseñado. Ella dibujaba en una pequeña libreta que se había encontrado en el suelo, todavía no le habían enseñado a escribir. Aparentemente nada les unía, vivía lejos, tenían distintas rutinas y quizás uno tenía más suerte que el otro. ¿Entonces? Pues queridos lectores, esta historia no se une directamente, sino indirectamente. Él y ella cuando sentían que todo iba mal, cerraban los ojos e imaginaban un mundo mejor, un mundo inventado, en el que nada les hacía daño y lo expresaban en sus pequeños cuadernos, de forma diferentes, pero muy parecidas. Y es que aunque todo sea muy diferente de una vida a otras, hay algo que nos une, siempre. Quizás a muchísimos kilometros de mî, alguien este dibujando su pequeño mundo, mientras yo escribo el mío. Todos somos iguales, aunque muchas cosas nos diferencien, otras nos unen.

(V.K.)

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