No olvidamos, ni retrocederemos.

Hace un año que retrocedimos hacia atrás en derechos básicos en nuestro país o básicamente en libertad. Pero, esto es producto de un sistema y discurso que va ganando espacio, donde la población es dividida: por un lado, la derecha sigue alimentando el odio a los colectivos y fomentando la discriminación, pero con el objetivo de hacer invisible otros problemas latentes en nuestra sociedad y seguir generando una riqueza y poder para ellos mismos; por el otro, una sociedad en la que estamos indignados, pero esa indignación solo sirve para agotarnos, cansarnos, dividirnos entre nosotros y no poder focalizarnos en los verdaderos problemas o ir buscando pequeñas soluciones que vayan mejorando el panorama. 
Hace un año, que los discursos de odio ganaron a puñetazos y que causaron un asesinato. 
Hace un año, que un chico que salió de fiesta, que pensó que aquella noche sería para disfrutarla, que simplemente habló con una persona cercana, perdió su vida, tan solo por ser y vivir. Tan solo, porque una etiqueta social: "maricón” les molestó a unas personas, y le llevaron a tener ira y rabia por dentro, y a exteriorizarla tanto que fueron capaces de terminar con la vida de este chico. Y sí, aunque suene surrealista, aunque nos dolió y ese día comenzó a ser oscuro, sucedió y no podemos olvidarlo. 
A veces, intento imaginarme que es lo que le lleva a las personas a esa situación, si lo que ansían es poder, si tienen miedo por experimentar su propia sexualidad, y, en cierto modo, les joden aquellas personas que viven su identidad y su orientación como les da la gana. Otras veces, me asusta mucho cómo un discurso puede romper con la racionalidad del ser humano y cómo puede provocar que las personas se conviertan en verdaderos monstruos, capaces de asesinar a otra persona. Me duele imaginar la energía que se gasta en sentirse superior al resto y decidir sobre el futuro de alguien, arrebatándoselo de un suspiro en este caso.
A día de hoy, es sumamente impactante las cifras de asesinatos que se cometen hacía las personas homosexuales, y, esto empeora si hablamos del colectivo de personas trans o no binarias. Es, por consiguiente, que, aunque España ha representado un espacio pionero en este ámbito (aunque bajó diez puntos del ranking de los países que más derechos del colectivo LGTBIQ+ había conseguido), sigue sin ser un país donde las personas que pertenecemos al colectivo podamos sentirnos seguras.
Ojalá, pudiese decir que estos casos son contados (como cuando uno vivencia una enfermedad rara), pero es algo que se da a diario y que viven miles de personas que no ocultan su orientación sexual e identidad. 
Si nos extendemos al mundo, toda esta perspectiva torna hacia un color jodidamente oscuro. 
Es triste, porque no tener en cuenta que en este país aún existen miles de barreras e impedimentos para las personas del colectivo, que, se tiene que convivir con miles de estereotipos, acoso, abusos y discriminación; es negar una realidad aplastante a la que hay que poner solución y sobre la que hay que seguir construyendo leyes, proyectos y educación en materia de igualdad de género. Pero, es que incluso con todos los avances que se habían conseguido, con la capacidad de explicarle a las nuevas generaciones que no eran bichos raros o que lo que estaban sintiendo era plenamente normal, con toda la consecución de derechos, con las leyes aplicadas; la ultraderecha y el discurso homofóbico está ganando espacio, va intimidando a las personas y va generando, cada vez más, un discurso de odio que asfixia. 
Sin embargo, por otro lado, aunque los índices han ido mejorando y se muestra que existe mayor libertad en la igualdad y en el respeto hacia la diversidad sexual, se encuentra por otro lado que sigue habiendo muchas sombras y que no es oro todo lo que reluce. Es decir, me gustaría reflexionar, hasta qué punto realmente está habiendo una mejora, y/o en los estudios se está produciendo una deseabilidad social, que, además con los discursos neoliberales y fascistas se está tornando a ni siquiera comprender que la discriminación y la exclusión social son valores negativos e inmorales. Hasta qué punto estamos dejando que haya fugas y cada vez el mundo sea más peligroso, porque se considere que es de necesidad construir una familia, seguir formando una sociedad conservadora y no cometer pecados ante los ojos de Dios (eso sí, de material pedófilo en colegios de Cataluña, de eso no hablamos). 
¿Por qué no empezamos a hablar de toda esa doble moralidad envenenada que nos regalan los partidos como el Partido Popular, Vox, Macron, Biden, Iohannis, Duda (entre otros muchos dirigentes mundiales)?, ¿por qué sigue estando envenenada la política y la libertad? ¿Dónde quedó la plena democracia? 
Hay algo que tengo claro, esto no lo escribo solo por mí, por mis amigues, por mis familiares. Esto lo escribo por todes, porque ni olvidamos, ni nos rendimos, ni nos callamos, ni nos ocultamos. 
Porque fue Samuel, pero luego fue una chica que tiraron desde la muralla de Ávila (no murió, pero sigue siendo una agresión tránsfoba). Porque son miles de personas alrededor del mundo que tienen miedo de vivir, de sentir y que son incapaces de ser felices. Porque el abuso, el acoso, las agresiones, los asesinatos no son poder, sino que son una escoria que demuestra el lado más feo de los humanos. Porque la libertad sexual y la diversidad no deberían ser cárceles que fueran matando lentamente a una sociedad.
Y porque me cago en todo, porque me cago en un mundo en el que seguimos viviendo atados, manipulados, estereotipados…
NO SOMOS UN PUTO CIRCO HUMANO. 
NI PERDONAMOS, NI OLVIDAMOS, NI NOS RENDIMOS. 
 
                                                                                                En memoria de Samuel. 







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