Obsesión por lo estético y la libertad oprimida

Cierro los ojos y estoy allí. 
Estoy volviendo a aquellas sensaciones, llenas de despedidas, de sentimientos extraños, pero de libertad. 
Había prometido que cogería el bus, pero sabía que si lo hacía me sentiría atada y encerrada. Es iluso que en ese momento pensara que esa sería mi mayor prisión, cuando tiempo más tarde iba a estar encerrada más de un mes. 
Pero la libertad tiene esos matices extraños, nunca llegaremos a ser libres del todo, pero las sensaciones nos pueden hacer sentir que sí. 
Recuerdo que iba andando por una carretera oscura, quise olvidar mi miedo y observar las luces que se difuminaban al fondo, mirar el cielo lleno de estrellas, los raíles donde había abandonado aquel viejo tren. 
Recuerdo que por primera vez me daban muchas cosas igual y que eso me llegaba a sorprender mucho. 
¿Qué ha pasado para que los viejos fantasmas vuelvan? ¿Qué estoy haciendo para volver a ahogarme en mi soledad? Para volver a sentir las caricias de un pasado, que, ya toma nueve años en mi vida. 

Es complicado, porque aunque intento gustarme, no lo llego a conseguirlo. 
Me asusta que mi talla de pantalón no sea la estipulada y me miro al espejo en busqueda de algo que me tape todo aquello que me acompleja, que lleva siendo un lastre toda mi vida. 
Me asusta que mi libertad se vea frustrada por imágenes de la televisión, por series en las que existían toda clases de estereotipos, pero que cada vez más es una realidad en los institutos. 
Me cuesta y me da pánico pensar en quitarme la ropa delante de alguien. 
Me pongo en bikini, porque siempre adoré el agua, pero el rato que voy de la orilla al agua lo paso realmente mal. Voy todo lo deprisa que puedo, para taparme con la toalla y ponerme boca bajo, aunque también sé que tengo celulitis, tengo manchas, tengo unos muslos muy gordos. 
Me encuentro pelos donde se supone que no deberían estar y me analizo cada detalle de mi cuerpo. 
No se trata que las chicas delgadas lo tengan todo, porque no lo creo así. 
Estoy harta de que la culpa de sentirme así, resida en la culpa de chicas que tienen un cuerpo delgado, musculado o mejor visto por la sociedad, porque realmente eso es lo que me quisieron enseñar, pero lo que no quiero aceptar. 
No es su culpa, porque ellas se miran y quieren una sonrisa aliniada, quieren engordar un poco más, les gustaría no tener estrías o quizás quieren los ojos más grandes. 
Siquiera son ellas, es cada persona individual con unos complejos, con unos pensamientos destructivos, con miedos, con obsesión por lo estético. Quizás, siquiera les acompleja esto, pero echan de menos que los hombres sólo les alaben por sus cuerpos y no por lo que portan dentro. 
La cosa es que no somos libres, porque tenemos unas imágenes metidas en la cabeza que buscan la perfección en todo lo que mostramos, que buscan la obsesión por un ideal estético, que buscan que compremos sus productos para ser como esa modelo, que compremos su ropa, que consumamos sin parar y que nunca nos queramos. 
Quiero sentirme libre, quiero sentirme segura, quiero mandar a la mierda todo lo que me ha hecho retenerme como persona. Quiero olvidar mi peso, mi celulitis y quiero que tú también lo olvides. 
No vine al mundo para competir, ni vine al mundo para envidiar el cuerpo de otras personas como si fueran mis enemigos. He venido a defender los derechos, a conocer las almas, a descubrir que lo estético se encuentra mucho más allá. 
Porque si simplificamos todo, al final, todos somos grasas, musculos, huesos, piel... Somos un compuesto de celulas y de funcionamientos orgánicos. 
Estoy harta que lo estético me eclipse, para lo verdaderamente importante, mi salud mental y mi salud física. 
Porque hasta que no sepamos separar lo estético de lo saludable, no dejaremos que las personas consigan cuidarse.
Estaba harta de ser la maja del grupo, pero a veces prefiero  serlo, pasar desapercibida y no caer en la obsesión que tenemos de aceptar a la gente por lo que luce en el exterior. 
Quiero ser libre, porque mi libertad está terminando cuando me hago de menos por lo que enseño en el exterior y eso me retiene para ser feliz. 
Me daban igual muchas cosas y, una de ellas, era si tenía demasiado pegada la camiseta o se me veia un cacho de carne. 
Y cuando esa opresión por mi cuerpo me obsesiona, hace que no crea que pueda conseguir el resto de cosas, porque fallo en lo básico. En quererme a mí misma y lucir una autoestima normal. 

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