Esa sensación de libertad
que no me dará ningún lugar en concreto. 
Esa sensación
que nadie podrá manipular
en todo lo manipulable. 
Esa libertad en mi soledad, 
en mi fuero interno, 
en aquello en lo que nadie más puede indagar. 
No soy de nadie, 
ni nunca perteneceré a una sola idea. 
No soy de nada, 
porque vivo para volar, 
para sentir 
y para no dejarme apagar. 
Escribo con el alma en blanco, 
con la mente totalmente vacía, 
pero con el corazón lleno de fuego 
porque aún me queda descubrir 
aquello de lo que nadie habla, 
de intervenir en mis sueños, 
de atreverme a hacer todo aquello que me daba miedo. 
Es el momento de encontrar mi isla desierta, 
instalarme en Walden, 
ser Thoreau en un mundo paralelo. 
Es el momento de cerrar los ojos 
para abrir el corazón y escuchar con el alma.

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