Ni define, ni limita

La revolución empezaba en su mente y arrasaba con el resto de cosas edificables.
Sentía escalofríos, placer, un refugio; pero sabía que no estaba bien y que cada paso en contra, sería un paso que le pesaría aún más.
Se refugiaba bajo la melodía rota de una antigua caja de música, a ver si así volvía al pasado y cambiaba todas las piezas de su puzzle.
Sin embargo, su manuscrito estaba lleno de jeroglíficos que le hacían ser esa persona.
Bailaba al son de la descoordinación y el resto de personas no entendían los pasos que debían dar a su lado, pero sólo los valientes se quedaron cerca para ayudarle a bailar al son de las emociones y sentimientos que antes no entendía.
La revolución fue siendo más tranquila y ahora era ella la que edificaba los terremotos del resto, puesto que tenía la clave para superar cualquier huracán no avistado.
Si algo fuerte aprendió, es que su vida estuvo marcada por un transtorno mental, pero eso no le definiría, ni limitaría.

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