Cuadrado que rellenar
En el imaginario humano parece que en el espacio de un cuadrado solo pueden entrar cuadrados más pequeños o a lo sumo círculos, esferas o líneas geométricas.
Por lo general, si nos pidieran que pintáramos dentro de un cuadrado una serie de figuras de manera libre, muchos de nosotros seguiríamos la estrategia de pintar dentro del mismo estas figuras geométricas sin plantearnos nada más. Sin embargo, dentro de este cabe una serie de estrategias o simbolismos diferentes: un paisaje, un cuadro abstracto, un sentimiento, un haiku…
Lo mismo sucede con las imposiciones sociales y en cierta manera la norma generada por la sociedad: parece que si sigues una respuesta que difiere a lo que sería la norma (en una edad que ya no es la normal para experimentar) es que estás totalmente confundido o no has madurado lo suficiente.
Siento que últimamente debo ceñirme a una definición perfecta y geométrica de mí misma, como si ya debiera conocerme a la perfección y como si precisamente las pocas cosas que tengo definidas de mí misma no estuviesen bien. Parece que haber decidido que mis vinculaciones no siguen una norma general (que tampoco es diferente o especial) es estar confundida o dejarme llevar por otros, parece que no haber definido del todo mis gustos o no tener claro qué será de mí dentro de cinco años es no tener la suficiente madurez y así una larga lista de “parece ser que…”
A lo que quiero llegar es que al igual que la educación es permanente y continua a lo largo de la vida, y esto se instauró hace unos catorce años en mi cerebro; comprendí que, si esto era así y los conocimientos eran infinitos, también podía serlo el conocimiento hacia uno mismo y la introspección que uno puede hacer de su propia persona. Por consiguiente, si me definía y limitaba a una corta edad o lo hacía en algún momento de mi vida, surgirían muchas barreras para una evolución digna de mi capacidad cerebral y crecimiento personal.
También relaciono esto con la mayoría de las crisis personales que surgen a lo largo de la vida, quizás no es que existan las crisis de los treinta, cuarenta, cincuenta o sesenta como tal… El problema está en que muchas personas se han querido definir ya con esas edades, llegando a una meta fijada y super definida de sus vidas. Cuando ya han logrado conseguirlo (o no) se sienten estancados o deprimidos, porque se dan cuenta de que en realidad no les hacían tan felices esos objetivos o que las rutinas acaban siendo eso, rutinas.
Esto no es ni mucho menos una invitación malsana de un carpe diem para que lo dejes todo y te vayas “a vivir la vida en un crucero” (o dónde sea). La realidad es que la vida está llena de rutinas tediosas y de momentos que tampoco están tan llenos de alegría, pero al menos sí buscar una propia felicidad que no deja de ser una estabilidad emocional y un bienestar, sabiendo lo que uno quiere y conociéndose en cada momento, atreviéndose también a transgredir en algunos momentos las imposiciones sociales y lo que se espera de nosotros.
Hace tiempo comprendí que mi cuadrado no está lleno de líneas geométricas, que mi forma de vincularme románticamente no es la que se espera en una monogamia, sino que voy más allá de este tipo de relaciones, porque suelo querer de una forma muy mía (pero intento que bien), porque no entiendo el amor bajo una sociedad liquida o de mercantilización de las personas…
Hace tiempo que entendí que quizás mi cuadrado estaba lleno de otro simbolismo... porque dejé de creer en que debía volverme mucho más agresiva para que no me hicieran daño, causar el mismo dolor para calmar mi ego herido, devolver así a mi cerebro algo de claridad e inteligencia.
Y sobre todo entendí que mi cuadrado se llena y vacía continuamente, porque aun no me conozco, pero eso no me hace que sea inmadura, quizás simplemente tenga otro tipo de madurez que la sociedad adulta que vive a mi lado no reconozca.
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