Bélico, pero muy simplificado.

Para comenzar, quiero dar crédito a un podcast que me ha inspirado, aunque aún no he tenido la suerte de escucharlo en su totalidad, he recogido algunas ideas que mostraré aquí (pero, no pienso deciros cuales para no hacer spoiler).  

https://open.spotify.com/show/0y8t4ZvbWrfYxFZA7SuKYb?si=9c0880952d6f464d

Una vez me explicaron en una clase (de forma muy simple) que los edificios se mantenían por pilares y por columnas claves. 

Es más, si atendemos la historia del arte podemos observar cómo cambiaron los arcos de medio punto y consiguieron hacer la bóveda apuntada, buscando por medio de las medidas y los cálculos matemáticos, los puntos clave para repartir el peso y conseguir mayor altura en sus edificios. Sin embargo, todo esto seguía tintado del poder y de la necesidad de aparentar la valía, la omnipresencia de Dios, la riqueza y la fuerza que tenía cada obispo en su catedral y en sus ciudades, a la par que conseguían más devotos que se arraigaran y pudieran controlar a través de los valores católicos. 

Por otro lado, si lo pensamos bien estas catedrales estaban construidas por escuelas de canteros, que, como dato que no viene a cuento, muchos dejaban la firma familiar esculpida en algunas piedras; pero de la que requerían mucha mano de obra de personas poco pudientes o esclavos y esclavas. 

No sé si me está yendo la cabeza, intentando relacionar esto con la actualidad y con un conflicto bélico, mucho más complejo que explicar una brevísima introducción de la construcción de las catedrales, de las que apenas tengo formación y validez. No obstante, me parece curioso cómo seguimos construyendo catedrales aparentemente enormes, con arcos apuntados que sujetan la estructura, pilares dónde se encuentra toda la acción de fuerza y vidrieras coloridas donde entra la luz. Pero, en cualquier espacio donde existe la luz, también se encuentran las sombras.

 El mundo me recuerda de alguna manera, a ese lugar que escribía Valle-Inclán en sus obras y que desarrollaba unas escenas esperpénticas, que, de alguna manera, no dejaban de ser las sombras de muchos de nosotros.

Como iba diciendo, es increíble cómo construimos catedrales donde se aparenta el éxito social, la riqueza y el poder. Seguro que, en tus adentros, te preguntarás cuál es el tipo de ejemplo de catedral construida recientemente, pero sí, después habrás llegado a la conclusión de que estoy siendo metafórica. Esas catedrales son las famosas Redes Sociales, los famosos Medios de Comunicación de Masas y todas las normas sociales inestables que siguen vigentes en nuestra sociedad, y que de alguna manera nos indican cómo debemos vivir, cómo debemos sentirnos y cómo debemos actuar (no estoy en contra de las normas sociales, pero sí de aquellas que etiquetan y limitan a las personas en círculos cerrados).

Sin duda, como ya dije en párrafos anteriores, no todo son sombras o luces, sino que todo espacio se complementa de ambas. No obstante, si intento profundizar algo más (recordemos que estoy simplificando lo complejo), las Redes Sociales nos tienen algo dormidos/as. Es cierto, que en ellas surgen muchas luchas sociales, así como movimientos, que el intercambio de comunicación a la par que tiene consecuencias negativas, tiene numerosas positivas (si no fuese por ese podcast, este escrito sería una completa basura), pero considero que todo ese intercambio y bombardeo de información hace que no procesemos las realidades, o que las procesemos en el momento, pero no que las consolidemos como un problema real. Es más, y con ello me hago una crítica personal también, ¿alguno nos acordamos de lo que sucedió en Irak y de cómo están las mujeres allí? ¿Por qué no hablamos de la dominación que ha supuesto el Opio allí y sólo ha ocupado un telediario? ¿Dónde están los numerosos posts de defensa a las mujeres y la consecución de política de cooperación internacional que abalen y protejan a las personas y sus derechos? Y podría seguir haciendo preguntas, que no tienen una respuesta inmediata. Por otra parte, estas procuran la inmediatez, lo que no se puede solucionar en unos días, no vuelve a tener la misma acogida en los numerosos medios de comunicación de masas.

Es por ello, que me da miedo, que tanto yo que hoy estoy escribiendo esto, como los telediarios sobre la guerra de Ucrania (contienda sumamente compleja, como cualquier escenario geopolítico) sean olvidados.

Y, por consiguiente, nuestras catedrales de valores, de lucha social, de búsqueda de los Derechos Humanos se vuelven frágiles y hacen que se desmoronen poco a poco. Seguimos aparentando que todo va bien, nos reímos (porque no nos queda otra) de que habrá una III Guerra Mundial. Pero sinceramente, igual que el ser humano y su construcción social es sumamente compleja, también somos sumamente gilipollas.

En otra clase (siempre apuntaba cosas que aparentemente no servían de nada, porque no valía para aprobar) me dijeron que "Quién no conoce la historia, está condenada a repetirla". Y, aunque en cierta medida estoy de acuerdo, estoy hay que mirarlo con lupa. Porque al final, la historia no es más que un reducto de la complejidad sesgada por una visión de occidente y androcéntrica, que deja de lado las realidades subyacentes de todas las ideologías o realidades que componen este mundo. Es por ello, que la historia debería estudiarse desde un prisma artístico, porque la música, la danza, la pintura, la escultura, escritura... tienen mucho de otras perspectivas de crítica, historias y sensibilidades que siempre han estado fluctuando en las diferentes realidades de las épocas. 

Así pues, llegamos a uno de los cuadros que me sirve para analizar esto (y del que he cogido prestada la información). 

Todo comienza con una pregunta: ¿Cómo hemos llegado hasta este punto? Es increíble que en pleno siglo XXI sigan sucediendo cosas como las de Ucrania y Rusia. El ser humano tiene una capacidad de lenguaje, pero muchas veces no es usada y siquiera es tenida en cuenta. 

En una de las conversaciones que disfruté cuando tenía 19 años, fue que la herramienta más potente del ser humano es la comunicación, alguien muy inteligente me dijo: “Si comenzáramos a usar la comunicación como manera de solventar los problemas, realmente llegaríamos a ser más felices”.

Quiero hacer una actualización: este escrito lo comencé hace una semana, por falta de tiempo estoy escribiéndolo una semana después. Todo ha cambiado, aunque sigue habiendo cosas vigentes que iba a criticar.

Como estaba diciendo, hay un par de cuadros de Magritte que me sirven para hacer crítica al conflicto bélico que se está dando en Europa (no olvidemos que en el resto del mundo hay muchas guerras a los que los medios de comunicación no han prestado demasiada atención). Este se llama el Arte de Conversar y tiene algo de paralelismo con la realidad, dejo el cuadro, por si como yo, no lo conocías.

El caso es que los países que estamos más ajenos a este conflicto bélico vemos a estos dos países con un gran muro que ha interpuesto Putin (recordemos que no todos los rusos/as están de acuerdo con él) y que quizás, si Magritte levantara cabeza, pintaría un nuevo cuadro con misiles cayendo ante este muro. En este caso, si quiera este tiene palabras legibles, puesto que si quiera se ha intentado un acercamiento positivo.

La forma que está teniendo el estado ruso de comunicarse (o más bien de no hacerlo) es el conflicto y el odio. Y como buena antifascista y roja, rojísima, que soy o que intento ser siempre, está claro que el fascismo utiliza los mecanismos de odio, no sólo contra los líderes, sino, sobre todo, contra los civiles. Me gustaría entender cómo la ultraderecha cada vez está teniendo más juego, pero está claro que entre muchas de sus herramientas se encuentra el uso de un lenguaje con carisma, que se vende como cooperativo y colaborativo, pero que incita al conflicto continuo como manera de supervivencia, para de alguna manera, mantener los pilares del poder a los que Foucault ya hacia referencia.

De alguna manera, el fascismo es una especie de Mercurio, en la comedia de Plauto, que se hace pasar por Sosias para engañar al mismo, sólo en beneficio propio. Y, al final, muchas personas pasan por el aro pensando que harán algo por ellos, cuando simplemente detrás hay ambición, egoísmo y la necesidad de mantener un sistema neoliberal. O, como en la misma obra, sólo tenemos miedo de que nos peguen, de que nos hagan daño o de sufrir.

Sin embargo, debo remitir mis disculpas, yo también me encuentro en esa epistemología de la ignorancia, tampoco puedo resumir un conflicto bélico y geopolítico en un discurso tan demagógico. Pero, por otro lado, mi lado emocional que no me deja llorar, pero que de alguna manera se siente abatida, necesita escribir esto, porque no entiende nada.

Quizás si mi niña de 10 años se hubiese despertado hoy, hubiese cantado a pleno pulmón Imagine de John Lennon e imaginado ese futuro utópico. Es cierto que no se puede conseguir y que además existen muchas teorías de muchos años que abalan la complejidad del ser humano, aunque muchas veces se puede observar mecanismos más simplificados de como actuamos las personas, pero sí tengo claro que no voy a dejar de ser soñadora.

Volviendo a la simplificación del bucle difícil que es la sociedad, me parece tan absurdo como los seres humanos intercambiamos nuestras vidas por unos trozos de monedas y papel y como eso puede definir nuestro futuro. Me da tantos escalofríos pensar, que, en realidad, no dejamos de ser demasiado vulnerables, aunque creamos que somos dueños de nuestra libertad, decisiones y desarrollo…

No obstante, simplificando aún más, a veces ni en los conflictos más simples somos capaces de comunicarnos, de dejar de lado nuestros intereses o beneficios, de darnos cuenta de que detrás de nuestro ego, de nuestro mal, del bien, de nuestra conciencia, hay más… Y, sin embargo, somos bastante egoístas en nuestros actos muchas veces, no penséis que me excluyo de ello; cada día me doy cuenta de las injusticias, de las cosas que no tenía claras y de las cosas que puedo deconstruir, porque juzgar por detrás me sale demasiado fácil, pero luego me doy cuenta de la injusticia que he cometido por no comunicarlo y, sobre todo, no dejar comunicar al otro.

El caso es que en este proceso juega la ambición, la economía, la política y la ideología. Procesos que vuelven a crear un bucle eterno de difíciles batallas que acaban solucionándose por el odio, la fuerza y la decisión de que un estado no puede, ni debe ser independiente. Palabras de un discurso de Putin.

Y, es cierto que nadie es bueno o malo intrínsecamente, el problema es cuando como Putin tienes claro tu objetivo, aunque eso suponga cobrarte muchas vidas de por medio.

Vuelvo a destacar que esto es muy simple, sólo escribo para mi conciencia, para que otros puedan pensar y reflexionar, pero no sé nada de geopolítica y peco de pura demagogia.

Gracias por leerme y fuerza a Ucrania, a gran parte de África, de América y a Palestina ✊.



Att: V.K. 




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