Respecto al suicidio de Verónica Forqué

Respecto al suicidio de Verónica Forqué, me gustaría escribir una serie de párrafos, que creo de alguna manera me lo debo a mí misma y me sirve para ser crítica con mi entorno.

Uno de los problemas que tenemos como sociedad, es que usamos la estrategia del silencio para parchear la mayoría de los problemas asociados a la salud pública. Parece que de aquello de lo que no hablamos, es invisible a los ojos. Lamentablemente no es cierto y eso no va a evitar que las personas dejen de tener trastornos y enfermedades asociados a la salud mental, más bien al contrario.

Y si soy sincera, si hace unos años me hubiesen hablado de algunos trastornos o conductas graves, posiblemente hubiese abordado muchos de mis problemas de manera más sana. Sin embargo, hoy no vengo a abrirme en canal y mucho menos con aquello que creo que no debe ocupar un espacio en un blog público.

Vengo a abordar el problema desde mi pequeño conocimiento y desde alguna observación que llevo haciendo desde que soy adolescente.

Sigo defendiendo, en primer lugar y como factor más importante, que mientras la salud mental no esté lo suficientemente accesible y atendida de forma eficiente en instituciones públicas, seguirá existiendo una gran brecha social en el que la clase obrera no se podrá permitir acudir a un psicólogo o psiquiatra o evitar conductas, trastornos o enfermedades mentales. Y, además, me parece curioso que siempre que defiendo esto, me dicen que no es tan sencillo o que no hay suficiente dinero o recursos para ampliar las plazas de psicólogos/as y psiquiatras públicos. Sin embargo, también me parece importante destacar que es curioso que siempre hay una falta de recursos en instituciones públicas psicosociales, cuando para otro tipo de inversiones sí se suele destinar cantidades bastante grandes.

Quiero añadir, que, aunque mi visión se va a construir desde un discurso algo demagógico, puesto que me faltan muchos conocimientos para abordar este tema con efectividad, sí que creo (por conversaciones y lecturas que he ido realizando) que en este país no se invierte a largo plazo, es decir, nuestra economía se sustenta bajo una tipología de dinero fácil y rápido, que suele quebrar con las crisis.

Por otro lado, creo que cuando hablamos de algo tan importante como la salud, se debería invertir en que las instituciones públicas fuesen fuertes, porque de lo contrario, simplemente estamos fomentando una sociedad desigual, donde la salud es un privilegio, en vez de una necesidad y un hecho que debe darse desde la dignidad humana. Además de que se desatiende por completo diferentes derechos pactados en Conferencias y Convenios, no olvidemos los queridísimos e importantes Derechos Humanos Universales o los Derechos de Helsinki, entre otros muchos.

En otro punto, me gustaría tratar el tema que más me apasiona y del que sí he tenido la experiencia de profundizar y abordarlo desde una perspectiva más profesional: el de la educación. La educación tanto formal, como no formal e informal son las claves para humanizar la vida de cualquier persona. Sin embargo, muchas veces esta educación suele ser bastante deficiente o no aborda los temas desde una forma efectiva para evitar conductas dañinas para la propia vivencia y para la de los que nos rodean.

Y, es cierto, que desde la educación informal o los entornos que nos rodean (tanto de iguales, como familiares o como los hallados en redes sociales) es muy complicado tratar estos temas, pues son temas complejos y, sobre todo, son temas tabús. Pocas veces he escuchado que una persona se abra del todo en algunos entornos para decir que tiene algún tipo de trastorno o enfermedad mental, porque asusta, da miedo que te rechacen, da miedo que eso suponga un obstáculo o que cambien la forma de tratarte. Por otro lado, la educación siempre ha estado muy sesgada por los roles de género o incluso por una pésima gestión emocional, reprimiendo éstas y provocando que se acaben formando problemas mayores en nuestra propia salud.  Sin duda y para resumirlo todo, la educación informal no deja de ser un conjunto de comunicaciones dadas de entornos muy variados, donde el hablar de ciertos temas se tintará de diferentes opiniones y de pocas rigurosidades científicas, algo muy parecido a lo que se desarrolla en este blog.

No obstante, aun queda un grande y amplio camino en el resto de las formas de educar, que también manchen y cambien esa educación informal dada en los entornos de pares. Y aquí es donde más quiero profundizar, y como no, ser muy crítica: desde la educación formal* (aquella educación reglada desde los niveles básicos hasta los niveles superiores) deberían tratarse temas muy diversos y relacionados con los dos pilares* menos atendidos en la educación: aprender a ser y aprender a convivir. Para ello, deberían dedicarse temas de educación para la salud (donde irían los temas relacionados con la salud física, pero también con la mental, como lo es el suicidio), educación emocional, educación para la ciudadanía, educación para la paz, pedagogía social… No obstante, si la educación formal no puede atender de manera amplia estos factores, siempre podría verse reforzada por aquella educación no formal*, que se puede desarrollar en diferentes asociaciones de tiempo libre, en diferentes actividades extraescolares, en diferentes conferencias, en redes sociales, en charlas, en escuelas para padres…

El caso es que siquiera la mitad de las personas conocen estas instituciones y no las culpo, no es culpa de los ciudadanos a pie, sino del Estado y de la falta de implementación de estos recursos. Y no nos debe extrañar que cuando un adolescente se encuentra en una situación de riesgo o esté viviendo una experiencia traumática, cuando ya no crea que hay salida para lo que sucede, la salida más “fácil” que vea es el suicidio y así para muchas personas que se sienten superadas tras varias sesiones de terapia y no acaban encontrando el camino.

Sin embargo, también creo que para estas personas que toman estas decisiones, partiendo de la base de que el cuerpo siempre va a tener un modo de supervivencia, tanto física como mental, que va a evitar la muerte; no encuentran otra manera de salir de su situación y de su enfermedad, pues también solemos pensar que la superación de enfermedades mentales o trastornos son lineales, cuando siempre existen recaídas y es cíclico. Todo esto suele venir dado de la mano de una atención eficaz y plena para la sociedad y para todos los ciudadanos, que, por ende, debería ser pública y gratuita, y más aún, cuando hablamos de un país socialdemócrata como el nuestro.

Para ir finalizando, puesto que en las características del suicidio o de las diferentes enfermedades mentales no puedo profundizar, ya que no tengo los conocimientos suficientes para hacerlo y creo que poder dar ideas erróneas puede hacer más daño que bien. Sí que me gustaría tratar un último tema que se ha investigado de este caso (sin entrar a los hechos morbosos de este suceso): se analizó que hubo acoso por redes sociales y, lamentablemente, esto se da mucho actualmente. Las Redes Sociales tienen múltiples beneficios, pero también han configurado una sociedad que ha ido cambiando de forma muy rápida.

Para comenzar, estamos constantemente intercomunicados y son, cada vez más, las adicciones que se dan respecto a estas herramientas (que un día nacieron para facilitar el trabajo y la comunicación). Son varias las personas que viven conectadas constantemente con un mundo irreal, un oasis lleno de ideas falsas, de exposición a una felicidad y psicología positiva y de las comparaciones constantes con “influencers” de moda. Y, ojalá fuese sólo este pequeño resumen el problema de las Redes Sociales, y la falta de límites que estamos poniendo a estas. Lamentablemente, también son numerosos los menores y adultos expuestos a acoso y a insultos continuos, llegando a producir muchos problemas emocionales, trastornos o enfermedades.

Y esto, en parte se extrapola a la vida offline. Es decir, estamos construyendo sociedades cada vez más superficiales y cimentadas a base de relaciones líquidas y volátiles, donde se provocan reacciones poco empáticas y utilitarias del resto de personas. Por supuesto, esto parte de una generalidad, no todas las personas son malas, son superficiales o frías, no debemos caer en un discurso en el que nos pensemos que todos son malos, menos un/a servidor/a que es una persona maravillosa.

Sin embargo, es preocupante como las nuevas generaciones por influencia de las antiguas, se van construyendo en bases tóxicas de convivencia, en el que uno debe centrarse sólo en un bienestar personal sin pensar en el otro o debe competir constantemente para demostrar que es el mejor. Eso hace que las relaciones se conviertan en meras comunicaciones superficiales, llenas de egoísmo, de falta de responsabilidad afectiva, de falta de responsabilidad social y de empatía hacia el resto. Y es lo que nos lleva a juzgar demás, a promover conductas dañinas para otros, a disfrutar de que al resto también le vaya mal, a rechazar al otro o incluso denigrarle, etc. Es decir, aumenta la brecha social y las desigualdades. Y, al final, con se consigue fomentar la inclusión y las conductas venidas del amor.

En un mundo donde el odio es lo sencillo y donde nos guardamos las frases bonitas para el resto. ¿Cuánto nos cuesta darle una sonrisa al que tenemos al lado y decirle algo bonito?

¿Cuándo lucharemos en colectividad? ¿Cuándo se conseguirá una sociedad inclusiva? ¿Y cuándo se tratará el suicidio desde un prisma fuera del morbo?

Hemos tenido que esperar a que se muera una famosa para darle importancia, cuando la principal causa de muerte de los jóvenes es el suicidio. Y, sin embargo, se hablará de ellos en los medios de comunicación de masas durante unas semanas, para después ser olvidado, a través del morbo, de la superficialidad, pero seguirá sin darse los recursos suficientes para la salud mental.

En definitiva, se hablará del suicidio con un interés capital, pero reforzando ese sistema de estigma social, de brechas sociales y de invisibilidad de los problemas mentales.

No olvidemos que todo esto es un tema de salud pública y es hora de seguir luchando por lo nuestro.

Quiero dejar algunas notas finales para facilitar la lectura de este post:

-        Educación formal: La educación formal es la educación que está reglada, es decir, aquella que se imparte en centros educativos, es intencional y está planificada. Por consiguiente, la educación formal está regulada por la ley y tiene una planificación de la acción educativa. (Armando, s.f).

-        Educación no formal: es un tipo de educación que es intencional y organizada, pero que se encuentra fuera del ámbito formal. Por tanto, no existe ninguna ley para regularla desde la esfera gubernamental, pero sí que puede estar reconocida por medio de certificaciones sin validez profesional. (Armando, s.f.)

-        La educación informal: es aquella que se da sin ninguna intención, y ocurre a lo largo de la vida. Se da en un ámbito social, a través del grupo de iguales o el grupo familiar. Además, es la que ha tenido una mayor importancia a lo largo de la historia. (Armando, s.f.)

-        Los cuatro pilares de la educación: Los cuatro pilares de la educación para el siglo XXI, escritas y defendidas por Jacques Delors (2001) se refiere a la UNESCO, en forma de informe, comprendiendo diferentes objetivos que se deben alcanzar en la escolarización: Aprender a conocer, Aprender a hacer, Aprender a Vivir y Aprender a Ser. (Zuleide, 2021).

 

Referencias Bibliográficas usadas:

Armando, J. (s. f.). ​Los 18 tipos de educación: Clasificación y características. Recuperado 17 de diciembre de 2021, de https://psicologiaymente.com/desarrollo/tipos-de-educacion

Zuleide, B. (2021). Educación: Un estudio basado en el informe de la UNESCO sobre los cuatro pilares del conocimiento. Revista Científica Multidisciplinar Núcleo do Conhecimento, 04(01), 53-60.

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