Este 8M

Muchas veces hablamos del feminismo occidental, pero ¿Qué pasa con el resto del mundo?
Podríamos hablar del papel asumido por madres de once años o que la vida de muchas mujeres ya está destinada desde bien temprano al cuidado de los hombres. Hablo de tribus de África, donde los niños podían jugar tranquilamente, pero las niñas ya aprenden el oficio de sus madres cuidando de sus hermanos.
O quizás, podríamos hablar de la India, dónde ya conciertan tus matrimonios desde que eres bastante pequeña y que no se te ocurre negarte al casarte con una persona con la que nunca has convivido, nunca has querido o siquiera has llegado a conocer.
Hablamos de países como Pakistán dónde las mujeres no salen a la calle y que un partido de fútbol es algo que sólo los hombres pueden disfrutar.
Sin embargo, posiblemente, si recorriéramos cada parte del mundo podríamos encontrar machismo en todos sus ápices.
Por ello, el feminismo es tan necesario, porque el hombre ha nacido con unos derechos que la mujer no ha podido obtener nunca y que tan sólo unas pocas personas en comparación con la población mundial, tras la lucha de muchas de nosotras en el pasado, hemos podido ir disfrutando (aunque aún queda mucho por avanzar).
Pero, quizás no somos conscientes de lo mucho que queda por luchar en todo el mundo, lo mucho que queda por educar y la suerte que tenemos de nacer dónde hemos nacido. El simple hecho de poder escribir lo que estoy reflexionando, sin temer por mi vida o sin temer porque alguien pueda matarme, torturarme o encarcelarme por el hecho de ser mujer, ya es algo que debería valorar, aunque sea un derecho básico.
Lo que pretendo con esta reflexión es que quizás no sólo deberíamos centrarnos en el feminismo burgués y occidental, sino interesarnos por lo que pasa a miles o incluso millones de kilómetros de aquí.
Por ejemplo, se calcula que 650 millones de mujeres y niñas se casaron antes de cumplir los 18 años. Es decir, se supone que mientras muchas de nosotras podemos disfrutar de un ciclo de vida en el que madurar es más lento, mucha gente muy joven se casa siendo apenas una niña de once, trece, quince o dieciséis años con gente de su misma edad (eso con suerte) o muchísimo más mayores.

También, podemos hablar de la violación como arma de guerra, dónde miles de mujeres son raptadas por el ejército y prostituidas. Dónde la violación no es tan sólo (y ya es mucho ese tan sólo) la penetración, sino que a veces utilizan armas blandas o incluso armas de fuego, dejándolas casi moribundas.
Os dejo, también, el vídeo de Nadia Murad una mujer Yazidi que vivió la violación como arma de guerra en su piel y que su motivación era continuar viva para poder contar su experiencia. Actualmente, gracias a su valentía ha ganado un premio Nobel y es una potente activista. 

También, os dejo un documental sobre Rebecca Masika Katsuva. Una mujer del Congo que ha sido violada violentamiente por el ejército de allí y que creo un centro para las mujeres del Congo que viven la misma situación. Mujeres que han sido atacadas por disparos, mutiladas y que han podido contraer enfermedades como el SIDA.
https://www.youtube.com/watch?v=NKYclYglmPg.


Son personas que por su sexo están condenadas a vivir verdaderas atrocidades, sin poder reivindicar su derecho de libertad y su derecho de decisión ante su vida. Hablamos de personas que siquiera se lo replantean, porque no les han educado así, porque nunca han podido elegir, ni votar, ni pensar. Son personas sumisas que obedecen la voz del hombre, "la verdadera y fuerte voz". Son voces calladas, invisibles e incomprendidas por las personas que hemos nacido con privilegios. Y, aunque hoy yo esté escribiendo esto, también soy parte de esas personas que tienen privilegios y que nunca lograré entender esa polaridad del mundo. Sin embargo, que no lo veamos, no lo vivamos o no lo sintamos, no quiere decir que no exista y debemos gritar, luchar, educar y seguir avanzando por ellas, por todas las mujeres a las que el machismo sigue callando cada día. 
Este 8M no sólo quiero tener en cuenta a las mujeres occidentales y nuestro derecho, también a las que viven en otros países y aún no han tenido la oportunidad de hablar. 

Sigamos luchando por todas, por nuestros derechos y por un mundo cada vez más justo y mejor. 




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